miércoles, 18 de noviembre de 2009

Un sueño raro

22 de Mayo de 2006

Llevo todo el día dándole vueltas a un sueño que tuve anoche. En el sueño yo tenía en mis manos un ejemplar del Diez Minutos con un gran titular que decía: LUIS GARCÍA MONTERO Y ALMUDENA GRANDES SE HAN SEPARADO. La foto de portada mostraba una imagen cariacontecida del poeta granadino, lo cual me hizo deducir que fue ella quien lo abandonó a él, y ya en páginas interiores leí, algo borrosas, unas declaraciones de la escritora madrileña en las que aseguraba que no habían terceras personas implicadas en la ruptura, aunque a mí, no sé por qué, me dio por sospechar en seguida de Antonio Soler. Pero después sospeché más aún, y me sorprendí a mí mismo pensando: “no, por Soler no le ha dejado, en realidad le ha dejado por Santiago Rocangliolo”, lo cual, tampoco sé por qué, hizo que mi angustia fuera en aumento, ya que, he de decirlo de una vez, el desconsuelo que detecté en el rostro de Garcia Montero cuando vi su foto fue también mi desconsuelo de forma casi instantánea.

Dolor, desasosiego, angustia, incertidumbre, no sabría muy bien cómo definir esa sensación de ahogo, ese nudo que atenazaba mi respiración y que, a mi parecer, de forma tan fidedigna había captado la imagen de García Montero en la portada del Diez Minutos. Era inevitable ponerme a buscar en la estantería de mi habitación algún libro suyo, pues pasaban los minutos y no me abandonaba el convencimiento de que Almudena Grandes nos había abandonado a los dos a la vez. Si hubiera tenido a García Montero a mi lado en ese momento, no habría dudado ni un instante en darle un abrazo, un abrazo muy intenso de crujir de huesos y temblor de sangre, un abrazo desde el dolor de la pena y el abandono compartido, de solidaridad, es decir, mitad de abandono para ti y mitad de abandono para mí, no nos vayamos a quedar alguno de los dos con un poco más de abandono que el otro, ni tampoco con un poco menos, claro. Pero lo cierto es que no tenía a García Montero a mi lado en ese momento, y no me quedaba más remedio que buscar inútil consuelo y emoción en sus poesías, como si la emoción pudiera sustituir al abrazo imposible entre García Montero y yo, un abrazo de reparto equitativo de abandono, acordándonos los dos, al unísono, de la madre de Rocangliolo, aunque la madre de Rocangliolo no tenga la culpa de nada, ni el hijo tampoco, todo hay que decirlo. Y así estaba yo anoche, en mi sueño, buscando algún libro del poeta granadino, pero era todo en balde, pues no había ni rastro en las estanterías de mi habitación de ningún libro de García Montero y, en cambio, y los sueños son así y supongo que no hay que darles más vueltas, me iba encontrando cada dos por tres todos los Christmas que mi abuela me ha estado enviando cada navidad desde que tengo uso de razón.

No fue hasta que desperté que me di cuenta de que no tengo ni he tenido nunca un solo libro de Luis García Montero en mi casa. “Vaya sueño más raro he tenido”, pensaba yo mientras miraba me enjuagaba la cara ante el espejo, y después, mientras desayunaba, notaba con cierta melancolía cómo iban desapareciendo las sensaciones que había tenido durante el sueño, pero lo cierto es que no he parado de pensar durante todo el día en lo mucho que me gustaría recuperar, el día que tenga un libro suyo en mis manos, esos sentimientos que el rostro cariacontecido de García Montero me contagió anoche desde una portada soñada del Diez Minutos.


Carlos Carrión Guardia

sábado, 7 de noviembre de 2009

Hospital infantil: El día que nació la libélula.

Recuerdo los ojos corriendo
Más rápido
Que tu risa
Las carcajadas de ver
Tu cuerpo
Moviéndose
Y el suelo se deslizaba rápido
Y eras niña de nuevo.

Ángela Torrijo Arce