martes, 25 de agosto de 2009

Hospital infantil: Ana María

Por la mañana acabó la tabla del nueve
Ahora pinta cielos y flores mientras se termina el último gotero
Mañana se va
Con sus pestañas de princesa
Con sus labios de princesa
Su nariz de princesa
Alguien se olvidó: a los ocho años
Las coronas necesitan una buena melena

Ángela Torrijo Arce

lunes, 17 de agosto de 2009

Hospital Infantil: Corticoides

Te guardaste en un pañuelo
Todos los corazones
Hoy los han colgado en la puerta de la habitación
Junto a un nombre de colores
Y una flor
Luego un vaso escarchado en sonrisas
Te ayuda a tragar las pastillas


Ángela Torrijo Arce

jueves, 13 de agosto de 2009

Hospital Infantil: Sendero

La textura de tus pasos
Asimétricos
Es
Directamente proporcional
A
Cada uno de los latidos que se escapan por mi boca


Ángela Torrijo Arce

Hospital Infantil: Tobogán

…sólo sé que cuando la flecha de la tuya
giraba buscando espacio en el espacio,
agua y sed se encontraron…

Gioconda Belli




Las nubes resbalan
Entre
Tu respiración

Reloj



Las paredes te abrazan
Tu muñeca sonríe
Desde la puerta de entrada
Cruzando las piernas


(yo la garganta)


Ángela Torrijo Arce

Hospital Infantil

El 14 de febrero de 2004, Ana ingresó en el hospital La Fe de Valencia. Tenía tres años y tres meses y una artritis idiopática juvenil. Les dieron una habitación en la planta de oncología infantil, donde había una niña muy coqueta que conservaba las pestañas intactas, un niño con el corazón del revés, y se escuchaban gritos, y una niña de Torre del Mar que le tenía miedo a la oscuridad se quedó repentinamente ciega porque el tumor le presionó el nervio óptico. Ana intentaba caminar a veces y se quedaba clavada en el suelo como una estaca, y Ángela tenía una punzada que camuflaba con una sonrisa para que Ana no notara nada. Se pinchó la sonrisa en la cara con un par de chinchetas y sonreía por todo, porque si se quitaba las chinchetas se podía desinflar como un globo y no podía permitir que la niña tuviera una madre de goma desinflada. Le escribía poemas mientras ella dormía, le escribió un librito de poemas como quien podría haberle tejido un Jérsei a su hija, para coserse su piel con la de su hija, coserse con ella y compartir el mismo cuerpo. Fueron dos semanas de analisis y de escrituras tras las cuales,los médicos le pincharon cortisona en la rodilla para que en cuestión de horas, Ana saliera corriendo por el pasillo, y se encontrara allí con otra niña que también corría, y se rieran las dos como un par de locas, como una fuente de risa y carreras desbocada que no se podía detener, que no se detenía porque allí, en mitad del pasillo, había dos niñas que volvían a ser niñas de nuevo.


Carlos Carrión Guardia