jueves, 13 de agosto de 2009

Hospital Infantil

El 14 de febrero de 2004, Ana ingresó en el hospital La Fe de Valencia. Tenía tres años y tres meses y una artritis idiopática juvenil. Les dieron una habitación en la planta de oncología infantil, donde había una niña muy coqueta que conservaba las pestañas intactas, un niño con el corazón del revés, y se escuchaban gritos, y una niña de Torre del Mar que le tenía miedo a la oscuridad se quedó repentinamente ciega porque el tumor le presionó el nervio óptico. Ana intentaba caminar a veces y se quedaba clavada en el suelo como una estaca, y Ángela tenía una punzada que camuflaba con una sonrisa para que Ana no notara nada. Se pinchó la sonrisa en la cara con un par de chinchetas y sonreía por todo, porque si se quitaba las chinchetas se podía desinflar como un globo y no podía permitir que la niña tuviera una madre de goma desinflada. Le escribía poemas mientras ella dormía, le escribió un librito de poemas como quien podría haberle tejido un Jérsei a su hija, para coserse su piel con la de su hija, coserse con ella y compartir el mismo cuerpo. Fueron dos semanas de analisis y de escrituras tras las cuales,los médicos le pincharon cortisona en la rodilla para que en cuestión de horas, Ana saliera corriendo por el pasillo, y se encontrara allí con otra niña que también corría, y se rieran las dos como un par de locas, como una fuente de risa y carreras desbocada que no se podía detener, que no se detenía porque allí, en mitad del pasillo, había dos niñas que volvían a ser niñas de nuevo.


Carlos Carrión Guardia

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